No me sorprende que el primer europeo entrase por el estrecho. No es ninguna novedad, a pesar de Arsuaga y su “noticia” desde Atapuerca el 8 de julio de 2022. Hace 40 años, en Orce, provincia de Granada, el científico catalán (y vecino durante décadas de Castellar del Vallès) Josep Gibert y su equipo encontraron un fragmento de cráneo (VM-0) de 1,6 millones de años de antigüedad, restos de industria lítica, fragmentos de dientes, etc. Todo esto apoyaba su teoría.
El neurocirujano Domingo Campillo estudió el fragmento con radiografías y TAC, lo comparó con anatomías idénticas de cráneos humanos. Los investigadores Enrique García Olivares y Concha Borja (laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada) y el inmunólogo de reconocido prestigio internacional J. M. Lowenstein (Universidad de Berkeley, EEUU) realizaron sendos análisis inmunológicos en los que se detectaron proteínas humanas en el cráneo de Orce. Dos vías de investigación diferentes –anatómica y bioquímica– arrojaron el mismo resultado: el niño de Orce era humano.
Sin embargo, lo que me ha sorprendido mucho ha sido que no haya habido una sola mención a Gibert y a su teoría, a los yacimientos de Ventamicena y Barranco León (gestionados ahora por los mismos equipos que Atapuerca) dada la importancia científica y paleontológica que tienen. Me sorprende el inmovilismo de los políticos andaluces, que dan golpes de pecho por Andalucía, frente a los intereses históricos, científicos y culturales de nuestra tierra. Me sorprende la falta de rigurosidad científica y que nadie lo señale; que los medios no hayan sido capaces de mencionar a Gibert y su teoría del cruce del estrecho.
Dadas las evidencias de que el primer homínido europeo fue andaluz, me queda pensar que Arsuaga no tiene la suerte de serlo y que, solo por eso, todavía no quiere reconocer que Josep Gibert, que en paz descanse, tenía razón.